Metacomentario interpretativo. Prosa (ensayo)

Gaspar Melchor de Jovellanos: Oración sobre la necesidad de unir el estudio de la literatura al de las ciencias (1797)
Por Guillermo Laín Corona
Biblioteca LITTERA, 16/09/2018

Un comentario puede enfocarse de distintas maneras; aquí, se adopta una perspectiva interpretativa. En un comentario de este tipo, no se analizan los aspectos por sí mismos, sino para entender mejor lo que el texto quiere decir: no se habla del contexto histórico sin más, ni se hace una mera relación de figuras literarias, sino que se deben destacar los aspectos históricos directamente relacionados con el texto, que sirven para explicarlo, y se analiza cómo ciertas figuras literarias contribuyen a enfatizar las ideas expresadas en el texto.

Un comentario puede ser abierto (cada cual comenta los aspectos que crea pertinentes) o focalizado en algunos aspectos a partir de una o varias preguntas. Para hacer un comentario de texto, se pude seguir una aproximación por apartados (contexto, temas, estilo, etc.) o ensayística (entrelazando los diferentes aspectos sin distinción en apartados). Aquí, el comentario responde a una pregunta en concreto y se divide en apartados.

Un comentario debe hacerse con apoyo de materiales bibliográficos: primarios (una edición rigurosa del texto que se comenta) y secundarios (estudios sobre ese texto que sirven de apoyo al análisis). Cuando se tiene acceso a la bibliografía, es obligatorio referirse a ella, incluyendo los datos bibliográficos (autor, título, editorial, fecha de publicación, páginas, etc.), y es necesario incluir citas textuales, entre comillas y con la página exacta de donde esté tomada cada cita. No hacer esto se considera plagio, lo que es inaceptable para el estudio filológico y es, además, un delito. Sin embargo, hay situaciones en las que no se tiene acceso a la bibliografía, como en un examen. En estos casos, como no es posible saberse de memoria los datos bibliográficos y un listado de citas literales tomadas de la bibliografía secundaria, no es preciso poner estos datos ni citas entrecomilladas, pero sí es importante incluir grosso modo referencias a los materiales consultados. Aquí, se ofrece este tipo de comentario, sin bibliografía explícita.

Texto

En el siguiente fragmento, comente los recursos estilísticos más relevantes y la relación del texto con el género ensayo, en el contexto histórico-cultural de su época

Señores: la primera vez que tuve el honor de hablaros desde este lugar, en aquel día memorable y glorioso en que con el júbilo más puro y las más halagüeñas esperanzas os abrimos las puertas de este nuevo Instituto y os admitimos en su enseñanza, bien sabéis que fue mi primer cuidado realzar a vuestros ojos la importancia y utilidad de las ciencias que veníais buscando. Y si algún valor residía en mis palabras, si alguna fuerza les podía inspirar el celo ardiente de vuestro bien que las animaba, tampoco habréis olvidado la tierna solicitud con que las empleé en persuadiros tan provechosa verdad y en exhortaros a abrazarla. Y ¿qué?, después de corridos tres años, cuando habéis cerrado ya tan gloriosamente el círculo de vuestros estudios, y cuando vamos a presentar al público los primeros frutos de vuestra aplicación y nuestra conducta, ¿estaremos todavía en la triste necesidad de persuadir e inculcar una verdad tan conocida?

[…] Sí, señores, a pesar de los progresos debidos a nuestra constancia y la vuestra, y en medio de la justicia con que la honran aquellas almas buenas que, penetradas de la importancia de la educación pública, suspiran por sus mejoras, sé que andan todavía en derredor de vosotros ciertos espíritus malignos, que censuran y persiguen vuestros esfuerzos; enemigos de toda buena instrucción como del público bien […] desacreditan los objetos de vuestra enseñanza y, aparentando falsa amistad y compasión hacia vosotros, quieren poner en duda sus ventajas y vuestro provecho particular. Tal es la lucha de la luz contra las tinieblas, que presentí y os predije en aquel solemne día, y tal será siempre la suerte de los establecimientos públicos que, haciendo la guerra a la ignorancia, tratan de promover la verdadera instrucción.

Gaspar Melchor de Jovellanos, Oración sobre la necesidad de unir el estudio de la literatura al de las ciencias (1797)

Comentario de texto

    1. Contexto histórico-cultural (1)
    El texto que se va a comentar es un discurso de Gaspar Melchor de Jovellanos (Gijón 1744 – Vega, Asturias, 1811), uno de los grandes políticos españoles del siglo XVIII, pronunciado en el Instituto Asturiano de Náutica. El propio Jovellanos así lo dice, mostrando, de paso, que se está dirigiendo a la primera promoción que se graduó allí, después de la fundación de este centro de enseñanza. En efecto, con un vocativo, con el que abre el discurso, Jovellanos les habla a unos “Señores”, que no son sino los primeros estudiantes que fueron en su momento “admitidos en [la] enseñanza” de “este nuevo Instituto”. En concreto, se puede deducir que dicho instituto se fundó en 1794, dado que este discurso es de 1797 y Jovellanos se refiere en él a otro discurso del “día memorable” en que se abrieron “las puertas”, “corridos tres años”, es decir, tres años antes. (2)
    El tema del texto da buena cuenta del espíritu ilustrado que caracterizó a Jovellanos y a los escritores de su tiempo. (3)  Jovellanos hace una alabanza de “la utilidad de las ciencias”. No es solo que se trate de un Instituto de Náutica, sino que la exaltación de la ciencia responde a una época de confianza en el progreso, a partir de la razón y el empirismo, con el referente de filósofos como Hume y Locke, entre tantos. Curiosamente, el fragmento es el comienzo de un texto en el que, como reza el título, se habla de la necesidad de unir la literatura a las ciencias. Y es que, por el fervor científico de la época, se buscaba también entender las manifestaciones artísticas de manera científica, de ahí la creación de las Reales Academias, entre ellas la Real Academia de la Lengua.
    Así como la ciencia, Jovellanos ensalza, de manera incluso más evidente, la educación, toda vez que se trata de un discurso de motivación a estudiantes de un instituto. Esto responde a las aspiraciones ilustradas de lograr el progreso mediante la mejor formación de los ciudadanos del país. Por supuesto, estamos todavía políticamente en la época del Antiguo Régimen, y, por tanto, de dominio de los estamentos privilegiados, nobleza y clero, con el poder absoluto del rey. Sin embargo, la Ilustración, convencida de las bondades de la educación, trató de extenderla al máximo, aunque fuera dentro del esquema del absolutismo, en una fórmula que se conoce como despotismo ilustrado: todo para el pueblo pero sin el pueblo. Así lo expresa Jovellanos, cuando habla de los “progresos” y “ventajas” de una “educación pública”, pero enfatizando el papel para ello de los gobernantes. De hecho, este es el caso del Instituto de Náutica, que el propio Jovellanos creó, siendo él miembro del gobierno del rey (por eso habla de “nuestra constancia”).
    Ahora bien, Jovellanos hace ver que estas aspiraciones ilustradas eran criticadas por algunos, a los que llama “espíritus malignos” que “quieren poner en duda” las “ventajas” de la educación. Para entender esto, es preciso tener en cuenta que la Ilustración no fue una época uniforme, tanto desde un punto de vista cronológico, como del pensamiento. En Francia, la Ilustración comienza ya en el siglo XVII, con las ideas de Descartes y el teatro de Racine, de modo que, fruto de esas ideas, en 1789 estalla la Revolución Francesa, que da al traste con el sistema del Antiguo Régimen. En España, la Ilustración echa raíces mucho más tarde, y de hecho Jovellanos está pronunciando este discurso, tan claramente ilustrado (por sus ideas de ciencia, progreso y educación), casi diez años después de la Revolución Francesa. Esto, además de mostrar la discrepancia cronológica de la Ilustración en los distintos países de Europa, explica el conflicto de ideas que expresa el texto, propio de la diversidad de pensamiento de la época. En España, los ilustrados fueron afrancesados, porque fue Francia, como pionera de la Ilustración, el referente más importante para lograr el progreso ansiado. El término afrancesado fue en gran medida acuñado de manera peyorativa por quienes consideraban que las ideas ilustradas eran una nociva influencia extranjera, que atentaba contra los principios del Antiguo Régimen y de la tradición contrarreformista de la que España debía ser ejemplo por su historia desde los Reyes Católicos. Para este sector, los ideales ilustrados de ciencia, progreso y razón eran poco menos que blasfemias, que ponían en cuestión la fe y la monarquía. Por eso, este sector social criticaba iniciativas educativas y de progreso como las de Jovellanos. Y por eso, al advertir a sus oyentes, que son estudiantes, contra quienes “persiguen vuestros esfuerzos” de estudio de la ciencia, Jovellanos lo que pone de manifiesto es el conflicto entre quienes, como él, buscan el progreso, movidos por una postura ilustrada, frente a quienes pueden ser denominados como reaccionarios, según la etiqueta que se consolida a partir del siglo XIX.

    2. Análisis formal: recursos y ensayo (4)
    El conflicto que plantea Jovellanos permite destacar algunas figuras retóricas interesantes. (5) Nótese que, según Jovellanos, frente a “los enemigos de toda buena instrucción” (reaccionarios), los ilustrados se presentan como “almas buenas”. Este apelativo es metonímico por dos razones. Por un lado, por la conocida adopción de la parte (alma) por el todo (el ser humano). Por otro, y más importante, porque se establece una relación de contigüidad con la religión, al ser alma uno de los conceptos manejados con frecuencia en teología. Es decir, por extensión, se aplica el concepto de alma buena, propio del discurso religioso, a la actitud de los ilustrados. Pero ello, con una peculiaridad. Eran los reaccionarios quienes se veían a sí mismos como defensores de la religión frente a las blasfemias de los ilustrados; sin embargo, con su estrategia, Jovellanos pone a los ilustrados del lado de la religión. De este modo tan habilidoso, que invierte el punto de vista del bando que él ataca, Jovellanos está probablemente aplicando estrategias de oratoria y retórica, tan alabadas por la Ilustración, siguiendo a maestros como Quintiliano o Cicerón. (6) Además, le da con ello al discurso un tono por así decir bíblico, que se refuerza más adelante, cuando presenta este conflicto como una especie de lucha celestial: “la lucha de la luz contra las tinieblas”. Los términos luz y tinieblas son propios de las Sagradas Escrituras. A la vez, estos términos se usan como los típicos símbolos de la Ilustración. Y es que a la Ilustración se la conoce como el Siglo de las Luces, por el interés que tiene en la aplicación de las diferentes formas de pensamiento (científico, filosófico, etc.) para alcanzar la verdad. O sea, luz y luces simbolizan la verdad, el progreso y la ciencia, mientras que las tinieblas representan, a ojos ilustrados, la ignorancia propia de una forma de pensamiento basado en la superstición. Así, Jovellanos refuerza la estrategia de apropiarse de la religión para la causa ilustrada. (7)
    El lenguaje utilizado, por su parte, contribuye a esta idea del triunfo de la luz. No es que Jovellanos se valga exactamente del campo semántico de la luz, pero sí usa con abundancia léxico que expresa ideas positivas, relacionadas con el triunfo del progreso, de la ciencia y del esfuerzo para lograrlo (lo cual es relevante en el marco de la lucha planteada): memorable, glorioso, júbilo, puro, halagüeñas esperanzas, cuidado, realzar, ciencia, valor, fuerza, ardiente, gloriosamente… (8)
    Por su relación con la luz, este lenguaje puede entenderse dentro de la aspiración de claridad que es propia de la estética neoclásica, según, por ejemplo, prescribe Luzán en su Poética. La claridad, como se ha dicho, está en las connotaciones de luz que contienen las palabras señaladas de progreso, así como la abundancia de ellas, pero también se percibe en otros aspectos. El hecho de presentar el conflicto de ciencia contra superstición como una lucha bélica/bíblica puede entenderse como un símil, buscando presentar la idea gráficamente, con una intención, por eso, didáctica (hay que recordar que el didactismo es uno de los principios que rigen la Ilustración, como muestran las fábulas morales de Iriarte y Samaniego). Además, Jovellanos lo hace con diferentes recursos de repetición, que facilitan que la idea cale en los oyentes. (9)  Aparte de la ya mencionada repetición de vocabulario en torno a las ideas de luz, esfuerzo, etc., Jovellanos se vale de estructuras paralelísticas bimembres en la sintaxis, como:

en aquel día memorable y glorioso en que con el júbilo más puro y las más halagüeñas esperanzas os abrimos las puertas de este nuevo Instituto y os admitimos en su enseñanza (10)

   Como se ve, dentro de la misma frase, hay tres estructuras bimembres, a partir de la conjunción y: (i) “memorable y glorioso” (ii) “el júbilo más puro y las más halagüeñas esperanzas” y (iii) “os abrimos las puertas de este nuevo Instituto y os admitimos en su enseñanza”. Dentro de cada bimembración, hay una estructura sintáctica paralelística: (i) adjetivo + adjetivo, (ii) superlativo + superlativo y (iii) os, verbo, complemento + os, verbo, complemento. Además, el conjunto de la frase tiene gradación ascendente: de la bimembración más simple (una palabra + una palabra) a la más completa (una oración + una oración). (11)
   Estructuras como esta, además de favorecer que el mensaje, por repetición, se entienda mejor, le dan un tono, por así decir, de arenga, al texto, porque se va consiguiendo exaltar progresivamente los ánimos de los oyentes conforme el hilo discursivo va añadiendo argumentos cada vez más largos. Si no arenga, que es un género eminentemente militar, lo cierto es que este texto tiene un formato de interpelación oral a un público. Se trata, en particular, de una oración, que es uno de los términos empleados en la Ilustración para un discurso oral. Por eso, hay apelaciones directas a un público receptor colectivo, con vocativos, como el “Señores” con el que comienza el texto, o mediante el uso de la segunda persona plural del verbo (“habéis cerrado”). (12)
    Entre los rasgos propios de la oratoria, están las preguntas retóricas, como esta: “Y ¿qué? […] ¿estaremos todavía en la triste necesidad de persuadir e inculcar una verdad tan conocida?”. Con esta pregunta, se logran dos cosas, relacionadas ambas con la condición del texto como discurso expuesto oralmente ante una audiencia: captar y/o mantener la atención del público (al establecer una pregunta que genera la necesidad de escuchar la respuesta) y continuar el proceso de exaltación de ánimos (que se viene fraguando con otras estructuras, como las bimembraciones y paralelismos). De hecho, ha de notarse que la pregunta se incluye al final del primer párrafo, a lo largo del cual se ha ido desarrollando poco a poco la exaltación de ánimos a partir del énfasis cada vez más cargado en torno al esfuerzo necesario para alcanzar la luz. De este modo, la pregunta tiene una función más allá del retoricismo: culminar ese proceso in crescendo y, por el tono interrogativo, sembrar una sensación de incredulidad, como preámbulo a lo que se va a decir a continuación y para fomentar una sensación de indignación. Es decir, después de alabar el esfuerzo para conseguir el progreso, la pregunta retórica prepara la indignación ante la respuesta que ofrece el siguiente párrafo: que, por desgracia, sigue habiendo gentes a las que hay que convencer de las bondades del progreso, y que, de hecho, están en contra de ello.
    Estos rasgos del texto como discurso apuntan inevitablemente al género del ensayo. (13) Aunque la forma moderna del ensayo se remonta al siglo XVII, con los escritos de Bacon y Montaigne, el género está ya implícito en textos muy anteriores, incluso cuando no se usaba el término ensayo. Retrospectivamente, pueden considerarse ensayos, como género literario, los Diálogos de Platón, las cartas y epístolas renacentistas (como las Epístolas familiares de Antonio de Guevara), los sermones (como las Confesiones, de San Agustín) y los discursos de todo tipo, en el marco de la retórica y la oratoria. Desde este punto de vista, hoy en día se leen como ensayos literarios obras de Cicerón, como De Amicitia; a la vez, el De Inventione, también de Cicerón, es una de las bases que permiten estudiar los rasgos retóricos de los discursos ilustrados. Esto es precisamente lo que está en la base del auge y gusto ilustrado por los discursos, y esta oración de Jovellanos entra plenamente de lleno en esta manera de entender el ensayo, así como la retórica y la oratoria dentro del mismo.
    De entre las características que señala José Luis Gómez Martínez en su Teoría del ensayo, (14)  tal vez una de las más importantes sea la voz en primera persona. A diferencia del ensayo científico, el ensayo literario no solo no oculta, sino que hace evidente que se trata de un discurso hecho por el yo y desde la subjetividad. El científico está obligado a argumentar su discurso con pruebas, bibliografía, etc., para mostrar que lo que dice es resultado de un método. Por su parte, el ensayista, en literatura, ofrece una verdad que, sin renunciar a la categoría de verdad, se sabe filtrada por la subjetividad, de modo que el escritor se puede permitir el lujo de saltarse las demostraciones, pruebas, bibliografía, etc. En palabras de Ortega y Gasset, el ensayo es la ciencia menos la prueba explícita. Es más, en un ensayo hay margen para las licencias literarias, e incluso poéticas.
    Esto es lo que ocurre en este texto de Jovellanos, en buena medida. Del grado de licencia literaria, ya se ha hablado anteriormente, y tal vez los ejemplos más evidentes sean la pregunta retórica y el símbolo de la luz y las tinieblas. Por lo que se refiere a la voz, no hay duda de que el autor habla en primera persona, incluso con alabanzas a sí mismo. Jovellanos explícitamente se atribuye a sí mismo el mérito del éxito del Instituto de Náutica, como cuando habla de “mi cuidado”. Hay cierto grado de retórica de la modestia. Así, por ejemplo, Jovellanos se rebaja por debajo de su público al decir que “tuve el honor de hablaros”, cuando lo que en realidad esta modestia esconde es que el honor fue de los estudiantes que lo escucharon a él. Esta estrategia no solo está heredada de la retórica clásica, sino que estaba muy extendida en la literatura renacentista, tan admirada por la Ilustración. Recuérdese que fray Luis de León se refirió a sus composiciones poéticas como “obrecillas”, es decir, obras menores, sin importancia, cuando en realidad son uno de los mayores logros de la literatura renacentista en castellano (y él lo sabía). (15) Asimismo, hay retórica de la modestia en las ocasiones en que, para ocultar el yo, Jovellanos usa la primera persona del plural, como en: “nuestra conducta” (plural mayestático). Sin embargo, nada de esto esconde el hecho de que lo que resuena siempre en el texto es el yo de Jovellanos; al contrario, la modestia sirve para enfatizarlo, porque queda en evidencia el esfuerzo de ocultación del yo.
    En todo caso, es necesario destacar que la argumentación es tremendamente subjetiva, o, cuando menos, no se sustenta en una demostración empírica. Está construida, claro, con herramientas propias del pensamiento racional, como el silogismo. Considérese la estructura si A, entonces B, que se usa en el texto en formato bimembre: si A1, si A2, entonces B: “si algún valor residía en mis palabras, si alguna fuerza les podía inspirar el celo ardiente de vuestro bien que las animaba, tampoco habréis olvidado la tierna solicitud con que las empleé en persuadiros tan provechosa verdad y en exhortaros a abrazarla”. A pesar de que la frase está construida con una lógica perfecta, se basa en una apreciación no fundamentada, porque se dan por ciertas, sin pruebas, las dos premisas de las que parte la ecuación: que en efecto su palabra tiene valor (A1) y que en efecto estas inspiran confianza en el público (A2). Solo aceptando esto, entonces se hace posible la conclusión (B): que el público no ha olvidado lo que dijo el autor anteriormente. Y lo que este dijo fue una petición a aceptar una verdad que se da por sentada, porque no da pruebas sobre ella. (16)

    3. Conclusión (17)
    Como puede verse a partir del comentario de este fragmento, la Oración sobre la necesidad de unir el estudio de la literatura al de las ciencias (1797), de Jovellanos, es una pieza muy representativa de la Ilustración. Aunque, como es propio de la historia de España, es un texto posterior a la Ilustración francesa, refleja algunos de los temas típicos de esa época: la exaltación del progreso, la verdad, la ciencia y la educación, todo lo cual queda recogido en el símbolo de la luz, en oposición a las tinieblas. Asimismo, el texto es representativo del género literario del ensayo, porque supone una aproximación subjetiva, desde el yo y sin la prueba explícita, por tomar las palabras de Ortega. Esto lo hace Jovellanos dentro de la estética de su tiempo, el neoclasicismo, a través de un género como el discurso, heredado de la oratoria y la retórica grecolatinas, así como del Renacimiento. Por último, en el marco del pensamiento racionalista ilustrado y de las técnicas retóricas, el texto muestra recursos estilísticos acordes, como la claridad expositiva y los silogismos.

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Metacomentario 1

Como en este caso se va a adoptar el modelo de comentario por apartados, primero hay que establecer cuáles incluir. Por eso, es necesario leer con detenimiento la pregunta, para responder exactamente a lo que se pide. Bien mirado, son tres cosas, en este orden: (i) análisis formal (recursos estilísticos), (ii) relación del texto con el género ensayo y (iii) contexto histórico-cultural. Ahora bien, nada nos impide, si se cree conveniente, alterar este orden. En este caso, se ha decidido empezar por el contexto histórico, a pesar de que es lo último que se pregunta. Y es que, para romper el hielo de la página en blanco, es útil empezar señalando de qué texto se va a hablar; hecha esta identificación, es lógico aprovechar para hablar del contexto histórico.

Metacomentario 2

Adviértanse varias cosas. (i) En un examen, la información sobre el autor y la obra se sabe simplemente estudiando el manual o materiales usados en la asignatura correspondiente; el manual (o equivalente), por tanto, es la fuente bibliográfica, pero este tipo de fuente no es preciso señalarla. (ii) La información que se da en este párrafo es lo más importante que hay que decir del contexto. Ahora bien, aunque hay que encuadrar el texto dentro de su cronología general, no es esencial saberse y poner los datos exactos de lugar y fecha de nacimiento, porque no se trata de hacer una exposición memorística; de todos modos, hay que tener en cuenta que, si se decide poner estos datos, hay que ponerlos bien: mejor no ponerlos que ponerlos mal. Asimismo, (iii) es importante aplicar esta información al texto; por eso, no hay que hablar de la vida de Jovellanos sin más (lo que convertiría el texto en un pretexto), sino que hay que seleccionar de su vida lo que tiene que ver con el texto. En todo caso, (iv) en este párrafo no todo ha sido aplicar información memorizada/estudiada, sino que se ha hecho un ejercicio deductivo: junto al título de la obra a la que pertenece el texto, se dice que la fecha del discurso es 1797, de modo que, al leer que han pasado tres años desde la inauguración, se puede concluir que esta tuvo lugar en 1794.

 

Adviértase también que, en parte, (v) este primer párrafo es un resumen del contenido del texto, pero no es un resumen sin más, sino que sirve para dar más datos de los que el propio texto ofrece y que son necesarios para entenderlo en profundidad. No es menos relevante que (vi) ya aquí se incluye algo que tiene que ver con los aspectos formales: el uso del vocativo. Esto es así porque (vii), aunque se ha decidido usar la forma de comentario por apartados, a veces es inevitable mezclar cuestiones pertenecientes a diferentes cuestiones. En todo caso, hay que considerar (viii) que cuando se estudian aspectos de lengua o estilo no deben meramente señalarse en una lista, sino que deben interpretarse y/o explicarse; aquí no se dice sin más que es un vocativo, sino que se habla del vocativo como manera de explicar el contexto del texto, es decir, que se trata de un discurso dirigido a unos estudiantes. Por último, (ix) los datos que se han dado del autor y su obra son solo los precisos para contextualizar el texto, y no hay que dar más datos sobre vida y obra del autor, porque no se pide esto en la pregunta, sino que lo que se pide es hablar del texto en el contexto histórico-cultural. O sea, lo que hay que explicar es la Ilustración, que se desarrolla en el siguiente párrafo.

Metacomentario 3

En la pregunta no se pide hablar del tema. Sin embargo, nada impide que hablemos de ello si es preciso. Aquí, se ha decidido abordar el tema para poder explicar el contexto histórico-cultural de la Ilustración a través del texto, o sea, a través de sus temas; en este caso, la utilidad de las ciencias, como algo propio de la Ilustración. Sin embargo, no se puede cometer el error de hablar de todos los temas del texto y dedicar nuestro comentario a hacer un análisis de temas, porque no es esto lo que se pide en la pregunta.

Metacomentario 4

Como ya se ha explicado, en la pregunta se piden tres cosas: (i) contexto, (ii) recursos y (iii) análisis de los aspectos relacionados con el género ensayo. Sin embargo, a la hora de hacer el comentario, no es obligatorio hacer tantos puntos como cosas particulares se piden en la pregunta. Aquí se ha decidido hacer un solo punto fusionando el análisis de recursos con el análisis del género ensayo. Dado que muchos de los aspectos relacionados con el ensayo son recursos literarios, es lógico analizar ambas cosas de manera conjunta. En cualquier caso, no se puede perder de vista que lo que se pide es analizar los recursos y aspectos ensayísticos en relación con su contexto estético, de modo que hay que centrarse en los aspectos típicamente ilustrados y neoclásicos.

Metacomentario 5

A pesar de dividir en apartados, sigue habiendo una cohesión textual, de modo que el apartado 2 comienza siguiendo el hilo argumentativo del apartado 1.

Metacomentario 6

El análisis formal no puede (i) ser meramente un listín de figuras retóricas, sino que deben explicarse e interpretarse (es mejor analizar pocas figuras y explicarlas en profundidad, que hacer una lista extensa sin interpretarlas), ni puede (ii) referirse a figuras retóricas en general, sino que deben centrarse en la estética concreta del texto. En este caso, como se ve, (i) en vez de dar una lista de figuras, se habla de una sola (metonimia), se explica en detalle, se le da un sentido en relación con el tema y se relaciona con los principios propios de su estética (incluyendo la recuperación de la retórica clásica) y, también, del contexto histórico (el debate entre reaccionarios e ilustrados). Nótese que, aunque la explicación incluye una mención a la retórica clásica, no se requiere ser un experto en eso. No se ha explicado qué técnica retórica es la que usa Jovellanos, ni tan siquiera se ha afirmado que sea del todo seguro. Lo importante es mostrar la capacidad para ver la estrategia de Jovellanos para invertir el argumento (sin necesidad de saber cómo se llama esta estrategia retórica) y decir, sin más detalles, que probablemente está siguiendo la retórica clásica (no es preciso saberlo con total seguridad, especialmente en el contexto de un examen, porque el objetivo no es hablar de retórica clásica; ahora bien, si fuera un comentario retórico, entonces sí sería necesario saber esta cuestión y analizarla en detalle).

 

Metacomentario 7

No solo se dice que hay un símbolo, sino que se explica qué significa (luz = verdad, etc.), qué aporta al texto y qué tiene que ver con la estética ilustrada, dentro de la estrategia de darle la vuelta a la tortilla del argumento religioso.

 

Metacomentario 8

Al igual que un comentario no puede ser meramente una lista de figuras retóricas, tampoco puede ser un análisis meramente lingüístico del tipo: (i) nivel léxico-semántico, (ii) campo sintáctico, (iii) nivel morfológico… Y ello por tres razones. Ante todo, no es un análisis lingüístico lo que estamos haciendo, sino interpretativo y literario, de modo que, si estudiamos aspectos como la sintaxis, no debemos hacerlo per se, sino infiriendo cómo esa sintaxis contribuye al estilo, la estética, la forma, el tema, etc. Además, no hace falta analizar todos los niveles: si el análisis morfológico no aporta nada a la interpretación, no hace falta explicar nada al respecto (aquí, por ejemplo, no se ha distinguido entre sustantivos, adjetivos, adverbios...). En este sentido, no se trata de enumerar aspectos de cada nivel, sino de explicar lo que aporta a la interpretación (aquí se ha señalado que hay palabras que refuerzan la idea de luz, esfuerzo, etc.).

 

Metacomentario 9

Adviértase que no se dice que el lenguaje es sencillo, sino que se destaca la relación de la aspiración de sencillez ilustrada con la Poética de Luzán. Esto es así porque mostrar que el lenguaje es en sí sencillo es algo, paradójicamente, difícil; para hacerlo, se requieren de unos conocimientos de historia de la lengua avanzados (saber, por ejemplo, qué vocabulario era vulgar o culto en el siglo XVIII). Por eso, en un comentario interpretativo, para el que no es necesario hacer un análisis lingüístico detallado, es mejor no entrar en este problema: no hablar de la sencillez ni del lenguaje en sí, sino de si el texto está construido para que sea o no claro, de acuerdo con su estética. Independientemente de que a nosotros hoy (pasado el tiempo) pueda no resultarnos un lenguaje fácil, hay figuras retóricas que buscan que el mensaje llegue con claridad (por así decir, machaconamente), como las estructuras de repetición. Es este tipo de cosas las que hay que analizar, no si el vocabulario usado es sencillo o coloquial.

 

Metacomentario 10

Recuérdese que, al analizar un recurso, no basta con poner un ejemplo: hay que explicar cómo funciona. Aquí se dice que hay estructuras paralelísticas bimembres y se pone un ejemplo; luego, se explica la naturaleza paralelística bimembre en cuestión.

 

Metacomentario 11

 En este párrafo se ha explicado de qué modo es paralelístico/bimembre el ejemplo. Pero no basta con esto, también hay que interpretar, señalando qué aporta esto al sentido profundo del texto. Esto se hace en el párrafo siguiente.

 

Metacomentario 12

Como ya se ha señalado, no hay que hacer un análisis por nivel morfológico, sintáctico, etc. Aquí se da un dato morfológico (el uso de la segunda persona plural), pero no en sí mismo, sino como manera de explicar la estructura del texto como discurso.

 

Metacomentario 13

Aunque, como se ve, se pasa ahora a hablar de los rasgos del ensayo, se hace de manera fluida y sin romper la cohesión textual, es decir, se pasa a hablar de los rasgos del ensayo como consecuencia lógica de lo que se ha dicho de los rasgos formales.

 

 

Metacomentario 14

Como se dijo al principio, aquí se está siguiendo un modelo de comentario sin citar bibliografía explícita, como es propio de situaciones en que no se tiene acceso a la misma, como un examen. Sin embargo, en este tipo de situaciones también es necesario mostrar que, grosso modo, se conoce la bibliografía relevante sobre la materia, no solo para mostrar en un examen que en efecto se ha estudiado, sino para no renunciar, aunque sea levemente, a reconocer las fuentes de estudio consultadas. Aquí, por ejemplo, se cita un libro de teoría sobre el ensayo, pero no los datos bibliográficos (México: UNAM, 1992), ni se incluyen citas literales de este libro. Solo hay que mostrar que se conocen las ideas de Gómez Martínez, y que se conocen en profundidad, pero sin necesidad de citar las palabras textuales del libro. Más adelante, también se cita grosso modo a Ortega y Gasset.

 

Metacomentario 15

Un comentario es un ejercicio de análisis propio, de tal manera que cada uno puede sacar conclusiones propias, siempre que estén bien fundamentadas. Para ello, una buena estrategia es echar mano de los conocimientos de otras épocas diferentes (y, tal vez, de otras asignaturas diferentes a la del examen para el que se está haciendo el comentario). De hecho, como la Ilustración es en buena medida un rescate del Renacimiento, es muy útil usar los conocimientos que se tengan sobre el Siglo de Oro. Esto es lo que se ha hecho aquí, al hablar de Fray Luis. Por lo demás, nótese que a Fray Luis se le cita de ese modo no literal o grosso modo, propio de un examen.

 

 

Metacomentario 16

La explicación de la estructura si A, entonces B puede llevar a los estudiantes a la alarma, del tipo: “¡¿Cómo voy a saber yo este tipo de cosas?!”, especialmente si no es un examen de una asignatura de oratoria clásica, sino de historia de la literatura española. Ante esto, cabe considerar dos cosas. Por un lado, los modelos de comentario de texto no solo sirven de modelo de técnicas de análisis, sino también como aprendizaje de contenidos. Por otro lado, la explicación de la estructura si A, entonces B es “inventada”. Quiere decirse: esto no está sacado de la teoría retórica u oratoria de nadie, ni de Cicerón, ni de Quintiliano. Se trata de una interpretación que se ha hecho solo mediante la lectura del texto. Esto es perfectamente legítimo. La única limitación a esta “inventiva” es que hay que fundamentar bien (o sea, lo que se dice tiene sentido con lo que quiere decir el texto, y se muestra con ejemplos del texto) y hay que argumentar bien (explicar de manera clara para que se entienda el argumento “inventado”).

 

 

Metacomentario 17

Siempre es conveniente terminar con una conclusión. Sin embargo, en un comentario interpretativo, esta conclusión no puede ser una opinión personal: si me gusta, no me gusta o me deja de gustar. Si se quiere usar la conclusión para hacer una valoración, tiene que ser académica, que responda a preguntas del tipo: ¿es, desde un punto de vista académico, un buen texto y lo es dentro de su estética? Para ello, se deben usar argumentos técnicos. Además, la conclusión ha de servir de cierre, resumiendo lo expuesto a lo largo del comentario. Así, se puede usar el resumen de lo analizado para decidir, por ejemplo, si el texto es propio de su estética y época, que es precisamente lo que se pide en la pregunta.