Un comentario puede ser abierto (cada cual comenta los aspectos que crea pertinentes) o focalizado en algunos aspectos a partir de una o varias preguntas. Para hacer un comentario, se pude seguir una aproximación por apartados (contexto, temas, estilo, etc.) o ensayística (entrelazando los diferentes aspectos sin distinción en apartados). Aquí el comentario responde a una pregunta concreta y adopta una redacción ensayística sin apartados.
Un comentario puede enfocarse de distintas maneras. Aquí se adopta una perspectiva historiográfica, porque así lo requiere la pregunta formulada en el enunciado: explicar cómo el concepto de modernismo en España puede verse cuestionado y/o enriquecido, en particular, en comparación con la literaria hispanofilipina. En un comentario de este tipo, no se analizan los aspectos del texto por sí mismos, sino para explicar a través de él hechos y/o conceptos de la historiografía literaria. Por eso, en este comentario se dedica mucho espacio a disquisiciones teóricas sobre historiografía, y no tanto al análisis interpretativo. Pero incluso en estos casos no se puede perder de vista el texto en sí. Aquí se va hilando la teoría con el texto, con especial atención en el párrafo 11, donde se analizan temas y figuras literarias concretas. Ahora bien, no se abordan todos los temas y figuras literarias, sino solo los que directamente sirven para cuestionar/enriquecer el concepto historiográfico de modernismo en relación con la literatura hispanofilipina, explicando por qué.
Un comentario debe hacerse con apoyo de materiales bibliográficos: primarios (una edición rigurosa del texto que se comenta) y secundarios (estudios sobre ese texto que sirven de apoyo al análisis). Cuando se tiene acceso a la bibliografía (como en un trabajo realizado en casa), es obligatorio referirse a ella, incluyendo los datos bibliográficos (autor, título, editorial, fecha de publicación, páginas, etc.), y es necesario poner citas textuales, entre comillas y con la página exacta de la fuente de donde esté tomada cada cita. No hacer esto se considera plagio, lo que es inaceptable para el estudio académico y puede incurrir en delito. Para la bibliografía, hay que seguir un método de citación. Se debe elegir uno entre los varios posibles; lo importante es aplicarlo de manera homogénea a lo largo de todo el análisis. Aquí se ofrece un comentario con bibliografía explícita y citas entre comillas, usando el sistema de citación (Apellido, año: página).
Un comentario debe adaptarse a las necesidades del texto analizado, a la situación en que se realiza, a lo que se pide (en el caso de los comentarios focalizados) y a cualesquiera otras circunstancias. Así, un mismo texto literario se puede analizar con enorme detalle, con mucha bibliografía crítica y requiriendo mucho espacio. En este caso se ha optado por un abordaje breve, propio de ejercicios o evaluaciones parciales, que solo constituyen un porcentaje pequeño de, por ejemplo, la nota final de una asignatura de grado.
Compárese este comentario con el de Gabriel Miró (también en Biblioteca LITTERA), en el que se responde a una pregunta parecida sobre modernismo, pero desde la narrativa, con la necesidad de mostrar que se ha leído una novela completa (algo que no es necesario en este caso, al tratarse de un poema suelto) y con más bibliografía y detalle analítico que aquí. En particular, nótese que se usan referencias bibliográficas similares, porque se responde a preguntas semejantes sobre modernismo. El uso de fuentes de información iguales o similares es una buena estrategia para aprovechar y mejorar el rendimiento de estudio, pero es preciso adaptarlas a cada texto, como efectivamente se hace en los comentarios de Gabriel Miró y Jesús Balmori.
En el siguiente poema de Jesús Balmori, analice cómo puede cuestionarse y/o enriquecerse la etiqueta de modernismo, teniendo en cuenta que responde a distintas concepciones en la historiografía literaria; en particular, haga esta revisión en comparación con la literatura filipina en español.
Soy un bardo indo-hispano. En mi pecho cristiano
Mi corazón es vaso donde mezclada está
La sangre de Legaspi, el Capitán hispano
Con la sangre tagala de la hija del Rajá.
Con el talón hundido en olas y en espumas,
Esperé sobre el mar el galeón español,
Y España, al encontrarme, besó las áureas plumas
Que en mi frente temblaban como rayos de sol.
Era hermosa, era buena, era plena de amores;
Puse a sus pies mis lanzas, mis espigas, mis flores;
La di mi corazón salvaje y oriental;
Y desde entonces va en mi pecho desnudo
Sirviéndome de férreo y de glorioso escudo
Con su idioma divino y su sangre inmortal.
Jesús Balmori, “Blasón” (Mi casa de nipa: poesías, 1941)
El español ha estado presente como lengua desde que España colonizó Filipinas en el siglo XVI. A lo largo del tiempo, ha habido intentos de sistematización y estudio de la literatura filipina en español, también conocida como hispanofilipina. Sin embargo, solo en años recientes estos intentos están siendo globales y se alejan de agendas políticas nacionalistas. (1)
En la introducción al volumen colectivo Transnational Philippines (Gasquet y Ortuño Casanova, eds., 2023), que supone un hito en el desarrollo de este campo de investigación, se amplía el concepto de literatura para acoger géneros tradicionalmente excluidos de los estudios literarios en Europa, pero que tienen mucho que ver con la configuración identitaria de Filipinas en las últimas décadas de las colonizaciones española y estadounidense. (2) Así, el marbete de literatura no solo se refiere en este libro a poesía, teatro o novela, sino también a otro tipo de textos, como crónicas, libros de viaje, biografías, ensayos, prosas misceláneas, cuentos folclóricos, leyendas, etc.
Partiendo del Aparato bibliográfico de la historia general de Filipinas, de Wenceslao Retana (1906, I: ii), existe una noción amplia de literatura filipiniana, que engloba: textos impresos dentro de Filipinas sobre cualquier materia, en cualquier lengua, independientemente de la nacionalidad de los autores; textos sobre Filipinas en cualquier lengua, independientemente de la nacionalidad de los autores y del lugar de impresión; y textos escritos por autores filipinos en cualquier lengua, sobre cualquier materia e impresos en cualquier lugar. La literatura hispanofilipina serían una manifestación particular de la filipiniana, que se refiere solo a los textos escritos por autores filipinos en español.
Oriundo de Manila, Jesús Balmori (1886-1948) cultivó la poesía, la novela y el teatro, así que cabe dentro del sentido de literatura filipina en español (3) . Además, sus obras son representativas del proceso de construcción de la identidad nacional filipina. Al igual que sus compañeros de generación —“segunda generación de ilustrados” (Ortuño Casanova y Gasquet, 2022: 9)—, Balmori exaltó con frecuencia a José Rizal, héroe nacional filipino; por ejemplo, el poema “Rizal” de Rimas malayas (1904: 12-15). El propio Balmori llegó a formar parte de las antologías de autores recomendados durante la dictadura de Ferdinand Marcos “por sus valores patrióticos” (Ortuño Casanova, 2015: 75). Se educó, sin embargo, en un ambiente cultural influido por la metrópolis española; y empezó a escribir en los años de las estéticas finiseculares. Por eso, escribió poemas a don Quijote, como el que incluyó en Balagtasán (1927: 122): “Hubo en un tiempo lontano, / y en una fecha ya extraña, / cierto caballero ufano, / a quien llamaban Quijano / por los caminos de España” (4) . Muestra, así, Balmori un interés por el personaje de Cervantes común al de otros autores españoles peninsulares de la época, como Unamuno en Vida de Don Quijote y Sancho (1905) y Ortega y Gasset en Meditaciones del Quijote (1914).
(5) Estos dos escritores son representantes en España de las llamadas generaciones del 98 y el 14, pero la “renovación metodológica de la historia de la literatura española moderna” (Santiáñez-Tió, 1997) pasa necesariamente por superar el concepto de generación literaria. En concreto, ha caído en desuso la oposición entre modernismo y generación del 98, que, partiendo de distintos escritos, llegó a consolidarse con el libro de Guillermo Díaz-Plaja (1951). Para abordar una revisión historiográfica en esta dirección, es preciso repensar el concepto mismo de modernismo, y ahí puede insertarse el estudio de la literatura hispanofilipina.
Según la crítica española tradicional, el modernismo se refiere de manera, por así decir, restringida a las estéticas finiseculares, especialmente la poesía, “tal como desembarcó imperialmente en España personificado en Rubén Darío y sus Prosas profanas”, entre aproximadamente finales del siglo XIX y la primera década del siglo XX: “todas las formas de la lírica europea del siglo XIX, desde el romanticismo al decadentismo” (Salinas, 2001: 15 y 16). Solo así definido tiene sentido la oposición del modernismo al 98, ya que este enfoque presupone que la estética de esta generación es más austera, profunda y, por ello, a juicio de Salinas —con no poco chovinismo nacionalista—, mejor: “Donde el modernista nada ágilmente, disfrutando los encantos de la superficie y sus espumas, el hombre del 98 se sumerge, bucea, disparado hacia los más profundos senos submarinos” (Salinas, 2001: 18).
De acuerdo con otras corrientes críticas, cabe una interpretación más amplia del modernismo: una reacción contra el positivismo y el realismo decimonónicos, que abarcaría todos los géneros literarios y todas las artes hasta la II Guerra Mundial. En palabras de Bradbury y McFarlane (1991: 25): “a new era of high aesthetic self-consciousness and non-representationalism, in which art turns rom realism and humanistic representation towards style, technique, and spatial form in pursuit of a deeper penetration of life”. Desde este punto de vista, quedaría superada la oposición al 98 en España, porque el modernismo sería en realidad un marco estético amplio dentro del cual habría varias corrientes que, aun con ligeras diferencias, serían todas modernistas: el modernismo restringido finisecular, las tradicionales tres generaciones —98, 14, 27—, las vanguardias, etc. (6)
Sin entrar aquí en este enfoque amplio, es posible deconstruir en sí el sentido restringido del modernismo en la tradición hispánica. Parafraseando la anterior cita de Salinas, el modernismo así entendido sería un concepto imperialista —la poesía que “desembarcó imperialmente”— o, cuanto menos, occicentrista, incluso en lo que atañe a la relación transatlántica entre España y América Latina, ya que olvida, entre otras cosas, la presencia de esta estética en otros países hispanohablantes fuera de la órbita occidental. Miguel Ángel Feria (2018) ha estudiado, por ejemplo, “El modernismo hispanofilipino ante la crítica española (1904-1924)”. (7)
Como parte de esta visión hispanocentrista del modernismo, se ha solido señalar que la visita de Salvador Rueda a Filipinas en 1915 fue determinante para el desarrollo allí del modernismo restringido, ya que fue uno de los poetas más destacados de esta estética, y en efecto hubo enormes fastos de acogida y admiración. Sin embargo, a juicio de Rocío Ortuño Casanova (2023: xx-xx), esta forma de modernismo estaba ya en circulación por la prensa filipina desde mucho antes.
(8) Hay que tener en cuenta que lo que se ha considerado como la “edad de oro” de la literatura filipina en español (entre 1903 y 1942, según el libro de Luis Mariñas Otero, 1974) coincide en buena medida con el período del modernismo, tanto en su sentido restringido (hasta los años 10), como en su sentido amplio (hasta los años 40). La vida de Balmori (1887-1948) se extiende asimismo por el período amplio, pero su obra hunde sus raíces en el modernismo restringido con claras resonancias darianas hasta en los títulos mismos: Rimas malayas (poesía, 1904), Bancarrota de almas (novela, 1910), Se deshojó la flor (novela, 1915), o El libro de mis vidas manileñas (poesía, 1928). Todavía en sus textos más tardíos cabe analizar esta estética modernista restringida, como el libro al que pertenece el soneto (9) que se va a analizar aquí: “Blasón” (Mi casa de nipa: poesías, 1941). No obstante, es posible suponer que, aunque el libro se publicó en 1941, los poemas habían sido escritos años antes.
Como explica Irene Villaescusa-Illán (2021: 45-74), uno de los rasgos propios del modernismo restringido es el exotismo orientalista. Viene aquí a colación el estudio canónico de Edward Said (1978) (10) , que define el orientalismo como una visión cultural reduccionista de Oriente desde Occidente, y solo así puede ser algo exótico. En “Blasón”, Balmori adapta el exotismo orientalista del modernismo restringido, hasta el punto de que es casi un pastiche del “Blasón”, poema del mismo título del peruano José Santos Chocano Gastañodi en su libro Alma América (1906), si bien no hay espacio aquí para un análisis comparativo (11) . Balmori parte de tópicos, como cuando menciona a un personaje casi de cuento, “la hija del Rajá”, que bien podría compararse con la princesa triste de la “Sonatina” de Rubén Darío en Prosas profanas y otros poemas (1986). (12) Ahora bien, el escapismo es imposible desde un punto de vista espacial, porque Filipinas es un país asiático, ubicado, por tanto, en el imaginario oriental. Desde este punto de vista, en la literatura hispanofilipina del modernismo restringido el exotismo debe conseguirse por otros medios, como la distancia temporal. Así, Balmori se refiere en “Blasón” a un pasado remoto con respecto a su presente del siglo XX: Miguel López de Legazpi (1502-1572) (13) , almirante español clave para la conquista de Filipinas y fundador tanto del primer asentamiento español en la actual Cebú, como de Manila, la capital. Esto, a su vez, supone estrechar vínculos con la metrópolis española, toda vez que se trata de un homenaje idealizado a los conquistadores. De hecho, Balmori se define en el soneto como “indo-hispano”, ya que su sangre, según dice en el texto, es mezcla de la de Legazpi y la tagala, en alusión, por cierto, al pacto de sangre, o sandugo: una costumbre autóctona por la que dos jefes firmaban la paz uniendo sus sangres en un vaso y bebiéndola. A continuación, hay una clara exaltación del “galeón español”. Para reforzar esta alabanza, Balmori se vale de un estilo plenamente modernista en su sentido restringido, como lo es el lenguaje colorido (Bernal Muñoz, 2002) y la sinestesia (Phillips, 1984): se mezclan intensamente los sentidos en las olas y las espumas (tacto), las plumas (tacto) áureas (vista) y el temblor (tacto) de los rayos del sol (vista). Asumiendo, por tanto, el estilo modernista restringido, se logra una suerte de autoexotización, en virtud de la cual Balmori termina presentándose como “salvaje y oriental”, de la misma manera que tuvieron que hacerlo los indígenas conquistados en el siglo XVI ante los conquistadores, es decir, en actitud de vasallaje: “Puse a sus pies mis lanzas, mis espigas, mis flores”. Si la palabra blasón se refiere al ‘escudo de armas’ (según la tercera acepción del DLE (14) ), entonces el título del soneto se convierte en la metáfora del corazón que, siendo mezcla indígena y española, se siente orgulloso de la patria española: “Y desde entonces va en mi pecho desnudo / Sirviéndome de férreo y de glorioso escudo / Con su idioma divino y su sangre inmortal”.
Esta exaltación de lo español desde Filipinas, que entronca con la ya mencionada admiración de figuras icónicas, como el Quijote de Cervantes, sirve para profundizar en la deconstrucción de la historiografía literaria. Y es que, aunque Balmori y este soneto beben de la estética modernista en su sentido restringido, el énfasis en lo español apunta a los intereses temáticos del 98 (véase, entre otros estudios al respecto, el resumen de Montserrat Herrero [1998] sobre el concepto de España de esta generación precisamente a través del Quijote). De este modo, la obra de Balmori, aun desde Filipinas, sirve para mostrar que el modernismo finisecular hispánico y el 98, movimientos literarios que él conoce, no son tan opuestos como se ha argumentado tradicionalmente, sino convergentes. A su vez, Balmori expande esa noción de lo español más allá de España y, en particular, la hispanidad teorizada por Ramiro de Maeztu (Defensa de la hispanidad, 1934) y propugnada por Franco a partir de los años 40. No en balde, Rizal —a quien el propio Balmori exaltó en varios poemas, como se indicó más arriba— se formó y vivió en España, y fue amigo, entre otros, de Unamuno. En este sentido, hay que recordar el conflicto que el exrector de la Universidad de Salamanca mantuvo con Millán Astray (Blanco, 1998). El fundador de La Legión, que había estado en Filipinas cuando fusilaron a Rizal, no pudo soportar que Unamuno alabara en su discurso a este escritor como español y con admiración intelectual.
(15) A la luz de estas consideraciones, “Blasón” queda también explicado en su contexto político. Después de 1898, Filipinas dejó de estar bajo dominio español, pero no se independizó, sino que pasó a control de Estados Unidos, primero, y, después, Japón. Por eso, durante la primera mitad del siglo XX la intelectualidad filipina, que se había formado, como Rizal y el propio Balmori, en la cultura española, exaltó la pasada relación con España como manera de perfilar la identidad filipina independiente respecto de los nuevos colonizadores (Donoso, 2013: 216). A juicio de Fernández Lumba (1984: 46), este modo de hispanofilia respondía a “una nostalgia por el ambiente social y cultural en que vivían en los llamados tiempos de España”, lo cual tuvo mucho que ver, a su vez, con que la población hispanohablante en Filipinas era una élite intelectual con una posición social cómoda, que vio amenazada con la llegada de Estados Unidos.
(16) En conclusión, Balmori es uno de los autores filipinos más aplaudidos y su obra es representativa de la llamada edad de oro de la literatura hispanofilipina. Es, además, representativo del modernismo en su sentido restringido, es decir, la estética finisecular que en España y América Latina fue equivalente al decadentismo, simbolismo, parnasianismo, etc., y caracterizada por elementos exóticos y lenguaje colorista. Así se puede constatar en “Blasón”. No obstante, el soneto sirve, a la vez, para deconstruir esta forma de entender el modernismo. Por un lado, lo español de la temática permite establecer relaciones con la generación del 98, superando la tradicional oposición con el modernismo. Por otro, y a pesar paradójicamente de su exaltación del pasado imperialista español, permite pensar en el modernismo fuera de los parámetros españolistas y occidentristas que se han solido usar en la historia de la literatura.
BIBLIOGRAFÍA CITADA
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Díaz-Plaja, Guillermo (1951). Modernismo frente a noventa y ocho. Una introducción a la literatura española del siglo XX (Madrid: Espasa-Calpe).
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Feria, Miguel Ángel (2018). “El modernismo hispanofilipino ante la crítica española (1904-1924)”. Revista de Crítica Literaria Latinoamericana 44.88, 241-66.
Fernández Lumba, Enrique (1984). Hispanofilia filipina. S.l.: s.n.
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Villaescusa-Illán, Irene (2021). Transcultural Nationalism in Hispano-Filipino Literature. Historical and Cultural Interconnections between Latin America and Asia. Basingstoke: Palgrave Macmillan.
Metacomentario 1
Aunque se trata de un comentario escrito en formato ensayístico, sin distinguir apartados, conviene empezar con una introducción que sirva para romper la página en blanco y, a la vez, ofrecer los primeros datos relevantes. Esto es lo que se consigue con la curiosidad de que el estudio de la literatura hispanofilipina es reciente a pesar de que la presencia del español en las islas tenga una larga historia. Además, hay mucho de estrategia: la referencia inmediatamente posterior al libro editado por Gasquet y Ortuño Casanova permite mostrar que tenemos un conocimiento actualizado de la materia, de modo que desde el mismo comienzo convencemos a la persona que evalúa de la calidad de nuestros conocimientos. Y ello sin hacer resumen de todos los capítulos del libro, porque eso sería el típico error de convertir el comentario en un pretexto para desarrollar toda la teoría estudiada, sin realmente responder a lo que se pregunta.
Metacomentario 2
Como se ha dicho en la explicación anterior, no se puede caer en el error de desarrollar todos los capítulos del libro de Gasquet y Ortuño Casanova, pero sí deben usarse los aspectos que responden a lo que concretamente se pregunta en el enunciado. Dado que se pide hablar del “la literatura filipina en español”, aquí y en el siguiente párrafo se expone la teoría dentro de la cual esta queda definida.
Metacomentario 3
Como se ha dicho en la explicación general previa, en este comentario se desarrolla ampliamente el marco teórico e historiográfico, porque así se pide en el enunciado, pero hay que procurar ir hilando la teoría con el texto comentado. Por eso, aquí, después de la definición de literatura hispanofilipina, se señala el sentido concreto en que Balmori es representativo de la misma, y esto sirve para pasar de manera fluida a algunos datos de su vida y obra.
Metacomentario 4
De nuevo, para lograr una argumentación fluida, no se ponen datos al azar de su vida y obra, sino que se eligen títulos que permiten engarzar con Unamuno y Ortega, porque esto sirve a su vez para pasar de manera coherente al debate de las generaciones literarias y el modernismo.
Metacomentario 5
Para que haya cohesión textual, no siempre es preciso usar conectores textuales evidentes, del tipo: Por tanto, Desde este punto de vista, o similares. La cohesión textual se consigue apelando en este párrafo a los dos escritores con que terminaba el párrafo anterior.
Metacomentario 6
Como se ha dicho en la explicación general previa, en este comentario se desarrolla ampliamente el marco teórico e historiográfico, pero no hay que convertir la respuesta en un pretexto para exponer toda la teoría. Entre este párrafo y el siguiente se habla de las distintas concepciones de modernismo, porque así que solicita en el enunciado. Sin embargo, al comenzar el siguiente párrafo se evita desarrollar la teoría relativa a “este enfoque amplio” del modernismo, porque no es necesario para el texto en concreto que se está analizando.
Metacomentario 7
No se trata solo de exponer la teoría, sino también de mostrar el pensamiento crítico propio. Para ello, se hace una crítica a la teoría de Pedro Salinas, y para apoyar esta crítica se contrasta con el estudio de Miguel Ángel Feria. Nótese que se puede citar el título entero de este artículo porque este comentario de texto se ha realizado suponiendo una situación de acceso a materiales bibliográficos; sin embargo, en otro tipo de situaciones, como un examen, sería imposible recordar de memoria los datos concretos de la bibliografía académica consultada.
Metacomentario 8
Sin romper el hilo argumentativo fluido, en este párrafo se combina el debate historiográfico con la necesaria contextualización del poema en su momento y en la vida y obra de su autor. Para ello, se enlaza la edad de oro de la literatura hispanofilipina y la vida de Balmori con los dos conceptos de modernismo hasta aquí manejados.
Metacomentario 9
En un comentario historiográfico como este, no hay que analizar todos los aspectos literarios, sino solo los necesarios para responder a lo que se requiere en el enunciado. No se ha considerado necesario analizar el texto como soneto (su métrica, rima, etc.), pero es una buena estrategia dejar caer este tipo de información a lo largo del comentario, porque lo enriquece. Por supuesto, si no se sabe de qué estrofa se trata, es mejor no arriesgarse, ya que en el enunciado no se pide. No decir algo no solicitado no resta en una evaluación, pero sin duda la evaluación se verá perjudicada si decimos algo equivocado.
Metacomentario 10
En un comentario realizado como parte de una asignatura, la bibliografía académica consultada será en buena medida aquella recomendada por el profesorado o contenida en los materiales de estudio, como el libro de texto. Sin embargo, cuando se hace un comentario en una situación con acceso a bibliografía, es importante no limitarse a la recomendada, sino buscar otra adicional. En este caso, puede suponerse que Villaescusa-Illán es uno de los estudios recomendados por el profesorado para estudiar la literatura hispanofilipina, mientras que Eduard Said es el tipo de mención que el estudiante ha podido hacer a partir de sus conocimientos previos en otras asignaturas o a partir de bibliografía adicional.
Metacomentario 11
De nuevo, aquí se toma la decisión de no abordar todos los aspectos posibles en el análisis. En esta ocasión, se advierte de ello haciendo uso de una razón habitual en estos casos: la falta de espacio.
Metacomentario 12
Como se ha destacado en la explicación general previa, en un comentario historiográfico se tiene menos espacio para abordar el análisis concreto de temas y recursos estilísticos del texto, pero no hay que perderlo nunca de vista. Por eso, aquí se habla del exotismo orientalista, porque sirve para describir y, a la vez, cuestionar, el concepto de modernismo, pero se analiza a través de ejemplos del texto. Más adelante, se abunda en este exotismo a través del lenguaje colorido y sinestésico también con ejemplos del texto.
Metacomentario 13
Nótese que el texto original pone Legaspi, con distinta grafía que la consolidada en el español actual de España: Legazpi. Esto sirve para ver las diferencias entre tipos de comentario de texto. En un comentario lingüístico, cabría analizar si esto responde a variedades sincrónicas o cambios en historia de la lengua. En un comentario literario, solo sería relevante analizar la grafía si, por ejemplo, el uso de s se trata de un arcaísmo en la época en que se escribió el texto y es usado por el autor con una intención estilística dentro del modernismo. En todo caso, en un comentario no es posible analizarlo todo, así que aquí se ha preferido no entrar en este análisis, porque se puede responder a lo que pide el enunciado a través de otros aspectos. Esta decisión es estratégica: aunque pudiera ser relevante literariamente, evitamos una teoría lingüística compleja, que podría llevarnos a cometer errores innecesarios.
Metacomentario 14
Aunque el sistema de citación usado es (Apellido, fecha: página), se puede citar excepcionalmente el Diccionario de la Lengua Española solo mediante su abreviatura. En la bibliografía final se indica la edición usada y, en su caso, si se ha consultado en línea.
Metacomentario 15
Para ilustrar el debate historiográfico, en los párrafos anteriores se han abordado aspectos intraliterarios (temas y recursos estilísticos). Sin embargo, también es posible explicar el contexto sociopolítico, como se hace en este párrafo
Metacomentario 16
Aunque se ha seguido un formato ensayístico, sin distinción en apartados, conviene terminar con un párrafo conclusivo, en el que se condensen los aspectos clave que responden a la pregunta del anunciado y que resumen el análisis realizado. Esto, además, permite que el texto no termine de forma abrupta, sino manteniendo la fluidez del hilo argumentativo.
Metacomentario 17
Las ediciones antiguas de libros a veces no incluyen algunos datos. Cuando, como en este caso, no se incluye el nombre de la editorial, se pone entre corchetes s. n., abreviatura de ‘sin nombre’. Igualmente, podría ocurrir que no hubiera fecha o lugar de publicación, en cuyo caso se debería poner respectivamente: s. f. y s. l.
Metacomentario 18
Cuando una fuente está disponible en línea, debe ponerse el enlace, seguido de la fecha de última consulta entre corchetes. Es importante poner este dato, porque viene a indicar que en esa fecha el enlace funcionaba correctamente, y no es responsabilidad nuestra si en el futuro el enlace deja de funcionar. Disponible en línea significa que se puede consultar en abierto, como en los casos aquí consignados, y se pone el enlace para facilitarle su acceso a quien desee leerlo. No es necesario poner el enlace de las fuentes que, aunque se pueden leer digitalmente, no son gratuitas. Muchas revistas científicas digitales son de pago: si un/a estudiante puede leerlas sin efectuar ningún pago, se debe a que accede a través de la web de la biblioteca de su universidad, que paga la licencia para toda la comunidad universitaria, pero el enlace usado en estos casos solo funciona porque está asociado a la cuenta y contraseña personales de ese/a estudiante en su universidad, de modo que no les funcionará a otras personas.
Metacomentario 19
Hay que poner el enlace de la fuente original, no el enlace de fuentes secundarias. Este artículo puede leerse también a través de, por ejemplo, Dialnet (https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=1974610) y a través del repositorio institucional de la Universidad de Alicante (http://rua.ua.es/dspace/handle/10045/7304), pero estos son enlaces secundarios. El enlace que hay que usar es el que ofrece la fuente original, que es la página web de la revista Anales de Literatura Española.
Metacomentario 20
La abreviatura eds. significa que los nombres indicados son editores, no autores, porque se trata de un libro colectivo formado por capítulos firmados de manera independiente por distintas personas.
Metacomentario 21
Cuando una revista tiene DOI, hay que usar este enlace, no la URL de la barra de navegación, que en este caso sería: https://ale.ua.es/article/view/2002-n15-el-color-en-la-literatura-del-modernismo. Esto es así porque la URL puede cambiar con el paso de los años, pero el DOI es un sistema de identificación web que se mantiene siempre inalterado.
Metacomentario 22
Cuando se trata de un libro colectivo con capítulo escritos por distintos autores, hay que citar los capítulos por separado. Por eso, en la bibliografía se tiene que desgajar el capítulo citado respecto del libro en que está incluido. Nótese que ello hay que hacerlo incluso si el capítulo desgajado está escrito por los mismos coordinadores del libro colectivo.