Metacomentario interpretativo. Prosa (relato): Ena Lucía Portela (“El Huracán” [fragmento], 2006)

Por: Rocío Ortuño Casanova

Biblioteca LITTERA

, 29/07/2025

Un comentario interpretativo es una manera de explicar significados presentes en diferentes niveles de lectura del texto que combinan conocimiento contextual, acervo cultural general y formas de expresión más o menos veladas de ambos. A pesar del nombre, no puede estar basado en percepciones propias sin fundamentar, ni en opiniones propias. Es decir, no es válido decir que el rojo en este texto significa muerte o sangre sin ninguna explicación más. Todo lo que se diga sobre el texto debe estar sustentado por los datos aportados previamente y externos al texto (información sobre el contexto político y social), o bien por citas extraídas del propio texto. Por ejemplo, no vale señalar meramente que en este texto hay metáforas; sin embargo, podemos destacar una referencia a la actitud del gobierno cubano en forma de metáfora si:

  • Se ha explicado cierta actitud de la autora o el grupo literario al que pertenece hacia el gobierno o se ha explicado el contexto sociopolítico desde el que escribe la autora y cómo puede determinar su escritura.
  • Aportamos referencias bibliográficas que identifican este u otros ejemplos similares en la obra de la autora.
  • Y aportamos ejemplos del propio texto sobre cómo esta cuestión se expresa y la explicamos con detalle.

Este metacomentario va a prestar atención a tres puntos que se plantean en el enunciado y que se responden de forma entretejida, sin separar en secciones. Por un lado, se pone cierto énfasis en la relación del texto con el contexto sociopolítico; por otro, se realiza cierta crítica con óptica feminista.

Al leer el texto literario, una forma de empezar el análisis puede ser la división en fragmentos distintivos. En este comentario, esta división coincide con los párrafos: el primer párrafo contiene una reflexión de la narradora sobre su situación en ese momento, el segundo párrafo comienza cuando llega el médico y se desencadena un diálogo unilateral en estilo libre indirecto sobre lo que ha sucedido desde que la narradora protagonista está inconsciente, y el tercero describe en tono humorístico la sala de emergencias una vez que el médico se ha marchado. En otros casos, la división no tiene por qué coincidir con los párrafos, sino que puede responder a giros en el argumento y a cambios de descripción a narración o a diálogo. Estas divisiones no son reales, sino metodológicas: nos servirán para avanzar en el análisis ordenadamente.

Una vez detectadas las posibles partes de análisis del texto, podemos plantear qué papel desempeña este texto (que es un fragmento) en la obra: ¿divertir? ¿situar? ¿presentar a alguien? ¿crítica social? A la luz de esta intención, podemos explorar el lenguaje: ¿qué herramientas se utilizan para conseguir este propósito? En este punto cabe desentrañar los recursos utilizados, que no siempre serán figuras retóricas (especialmente, en el caso de textos narrativos como este): pueden ser frases breves, diminutivos, estilo libre indirecto, formas de pasiva, lenguaje barroquizante, presencia de un personaje que expresa un determinado punto de vista, descripción sensorial de una comida… En cualquier caso, hay que analizar el fin que se persigue con estos recursos dentro del texto.

Este comentario se ha realizado simulando una situación con acceso a bibliografía y, por tanto, con referencias bibliográficas. Nótese que el comentario está estructurado de una manera, pero podría estar ordenado de otras. Por ejemplo: una introducción contextualizadora, un análisis que avance ordenadamente en la interpretación y perspectivas (quizás siguiendo el orden de las preguntas planteadas) y una conclusión final (resumiendo las reflexiones anteriores y recordando la vinculación del texto con las teorías o interpretaciones planteadas). Cualquiera que sea la ordenación del comentario, la parte con más peso debe ser el análisis central.

Texto

(i) Contextualice el siguiente texto en el marco de la literatura del grupo de “los novísimos” en Cuba y su actitud político-literaria hacia el régimen de su país. (ii) Analice el texto a la luz de su contexto político-social. (iii) Involucre, si es relevante para la comprensión profunda del texto, análisis crítico desde una óptica feminista según los conceptos estudiados en el curso a este respecto.

“El Huracán” (fragmento)

No tuve suerte. Desperté en la sala de emergencias del hospital Fajardo. Me habían puesto una transfusión, un suero, una máscara de oxígeno, un vendaje alrededor de la cabeza y no sé cuántas cosas más. ¡Hasta me habían cambiado el vestido por una especie de batilongo gris! Qué rabia. Mi primer impulso fue el de arrancarme todos aquellos trastos, incluido el batilongo. Pero no pude ni mover un dedo. Me sentía muy débil, mareada, con una jaqueca espantosa.

Apenas la enfermera vio que yo me había despertado, salió corriendo. Enseguida apareció un médico. Un gordo cincuentón, con cara de cumpleaños. Lo primero que me dijo fue: ¡Ajajá! ¡Así que tenemos los ojos verdes! Y se abalanzó para estudiármelos con una linternita. Luego me quitó la máscara de oxígeno y me preguntó cómo me sentía, y también mi nombre, dirección, teléfono, parientes cercanos, etc. No le respondí nada. No tenía ganas de hablar. Él aceptó aquel silencio como lo más natural del mundo. Me preguntó si yo podía oírlo. Asentí con los ojos (hacerse el sordo es mucho más difícil que hacerse el mudo, al menos para mí). Entonces volvió a ponerme la máscara y habló él. No recuerdo todo lo que dijo, solo algunas cosas. Lo que había caído encima de la camioneta era un álamo. Claro que no me golpeó de lleno con el tronco, pues en tal caso me hubiera hecho papilla. Vamos, quien haya visto álamos sabrá que pueden ser más altos que una casa de dos plantas. Este, en su caída, aplastó primero una cerca, unos arbustos, un automóvil, y al final solo tocó la camioneta con una de sus ramas. Yo llevaba tres días inconsciente. Aparte de la herida en la frente, que hubo que suturar, no tenía otras lesiones visibles. Me habían hecho algunas radiografías y pruebas, y nada. Todo parecía estar en orden. Pero no había que confiarse. La conmoción había sido muy fuerte. Yo debía permanecer allí, en observación, unos días más. En cuanto a lo de hablar… –sonrió–, pues no había prisa. Ya hablaría más adelante. Por el momento era mejor que guardara reposo absoluto.

Cuando el gordo se fue, eché un vistazo en derredor. En la sala de emergencias había otras camas y otros pacientes, familiares de los pacientes y amigos de los pacientes y de los familiares, enfermeras y novios de las enfermeras, la que limpia el piso, la que prepara el café, el que vende pirulíes… Nada, que aquello parecía el camarote de los hermanos Marx. Todos charlaban, discutían, opinaban, interrumpiéndose unos a otros. En lo alto de una pared, frente a la hilera de camas, había un televisor encendido. A todo volumen, por supuesto. Conque “reposo absoluto”, ¿eh?

Crítica: Revista Cultural de la Universidad Autónoma de Puebla, 116 (junio-julio de 2006). Inédito en Cuba por causa de la censura política.

Comentario de texto

El fragmento propuesto pertenece al cuento “El Huracán” de Ena Lucía Portela. Publicado por primera vez en el número 116 de la revista Crítica: Revista Cultural de la Universidad Autónoma de Puebla (Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, junio-julio de 2006) está inédito en Cuba por causa de la censura (Bello 2019, 236). *p1

Ena Lucía Portela es una escritora cubana nacida en La Habana en 1972. Ha recibido varios premios literarios, incluyendo el Premio Cirilo Villaverde y el Premio Jaén de Novela y es conocida por su estilo barroco y su habilidad para entrelazar referencias culturales y literarias en sus obras, además de por reflejar personajes marginales que se mueven entre la vida y la muerte, como muertos en vida, sin expectativas ni motivaciones.

La crítica ha ubicado a Portela en el grupo literario cubano de los “novísimos”. Se denomina así, además de a un grupo poético español de la década de 1970, a una generación de narradores y narradoras cubanas nacidas tras el triunfo de la Revolución cubana en 1959, pero formadas tras la caída del bloque mundial socialista que se desencadenó a partir de la caída del muro de Berlín y de la disolución de la URSS y durante la crisis cubana de los años 90 que se dio en llamar “periodo especial” (López 2009, vii-x). Estas circunstancias llevaron a la generación de Portela a distanciarse de la cultura revolucionaria y a ejercer una crítica irónica que tiende a ridiculizar y atacar el poder (Minjárez 2014, 36).

El cuento se sitúa en La Habana en 2001, el año en que pasó el huracán Michelle y cuando todavía estaba vigente la crisis del “Periodo Especial”, que trajo consigo una severa escasez de recursos y oportunidades, generando un ambiente de desesperanza y frustración entre la población cubana (Sánchez Becerril 2012, 85-87). En el texto, identificamos a dos personajes principales, la narradora y el “Nene”, su hermano. Ambos se encuentran atrapados en Cuba mientras algunos amigos y familiares se han marchado a Miami y son reflejo de la desesperanza del periodo especial. Se sienten solos y fuera del sistema, pero incapaces de luchar contra él, como de hecho se refleja en el fragmento propuesto y se analizará a continuación.

*p2  El fragmento narra el episodio en el que la protagonista despierta en la sala de emergencias del hospital Fajardo después de intentar suicidarse durante el paso del huracán Michelle, saliendo con un coche a la calle. *p3  La narradora *p4, que coincide con la voz de la protagonista y, en edad, género y nacionalidad con las circunstancias vitales de Ena Lucía Portela, describe su estado físico y emocional con un tono de agitación, resignación y descontento que vemos en los siguientes rasgos.

Para empezar, observamos en el primer párrafo una narración rápida, construida con frases cortas y con una enumeración *p5  que culmina en una exclamación: “Me habían puesto una transfusión, un suero, una máscara de oxígeno, un vendaje alrededor de la cabeza y no sé cuántas cosas más. ¡Hasta me habían cambiado el vestido por una especie de batilongo gris!”. La enumeración constituye una gradación ascendente que sugiere brumamiento por el exceso de cuidados no requeridos. La sensación de brumamiento y la inactividad de la protagonista ante este agobio de cuidados se refuerza con un conato de voz media que sitúa a la hablante como objeto indirecto y a un sujeto en tercera persona del plural genérico como sujeto agente desconocido, de manera que da sensación de pasividad e inactividad de la hablante, como ocurre en las frases de este primer párrafo: “Me habían puesto una transfusión”, “Me habían cambiado el vestido”. *p6  Dado el contexto argumental por el que sabemos que la protagonista estaba intentando matarse, y gracias a estas estrategias discursivas, sabemos que ella no desea estos cuidados y se ve incapaz de combatirlos. De hecho, como leemos en el artículo de Solem Minjares en Mitologías hoy, el fragmento es muestra de cómo colisionan el acto voluntario del intento de suicidio, mediante el cual la protagonista quería decidir qué ocurría con su cuerpo, frente a la “desapropiación corporal” que supone que le pongan la transfusión, le cambien el vestido etc., sin su consentimiento, es decir, la pérdida de agencia sobre lo que le pasa a su cuerpo (2014, 38). *p7

El fragmento puede, por tanto, interpretarse como metáfora extendida del estado cubano que presenta como opresor por tener como discurso y propósito el cuidado de sus ciudadanos sin considerar su voluntad, máxime teniendo en cuenta que una característica de la generación de los “novísimos” en Cuba es la crítica social sutil *p8. En esta misma línea, el hecho de que le quiten su vestido, prenda que denota individualidad, que ha escogido la autora, y lo sustituyan por una bata, un “batilongo” que es una variación despectiva de bata, gris, uniforme a la del resto de enfermos del hospital, refuerza esta interpretación subrayando la uniformidad de los ciudadanos en el socialismo. *p9

Por otra parte, la llegada del médico que irrumpe en el segundo párrafo se suma a lo anterior para mostrar la subalteridad, la vulnerabilidad de la mujer que es doblemente ninguneada: como parte de la masa de la población del país socialista cuyo designio es decidido por unas autoridades políticas paternalistas, pero también como persona subalterna por ser mujer. Como afirma Luisa Campuzano en su icónico ensayo “Cómo ser cubanas y no morir en el intento” (1996), aunque la Revolución Cubana logró impulsar la participación de la mujer en la vida laboral, política y social, se dejaron de lado las especificidades y problemáticas propias del género. La mujer pasó a ser también considerada “hombre nuevo”. Así, en la nueva legislación, cuestiones como la violencia de género no son consideradas como algo específico, sino que entra en el combate de la violencia contra el pueblo en general y fueron los hombres revolucionarios los que buscaron luchar por lo que ellos consideraron que era el bienestar de la mujer. De esta manera, la mujer no pudo conquistar sus propias libertades, sino que le fueron otorgadas por el estado.

El diálogo unilateral del médico en el segundo párrafo refuerza también esta idea: el médico, hombre de autoridad, busca el bienestar de la protagonista, pero no desea escuchar su voz. Le cuenta a la protagonista su propia historia, de manera que el lector/a ideal se entera de lo que ha sucedido por voz de ese médico.

Esta crítica viene realizada, por otra parte, con cierto tono humorístico que se ve reflejado desde el aspecto del médico, descrito como “con cara de cumpleaños”, como en la propia enumeración de los procesos que ha sufrido mientras estaba en coma la protagonista, que culmina en una exclamación, y en el paisaje descrito en el último párrafo del fragmento, en el que se recupera la técnica enumerativa para describir la variedad de personajes que abarrotaba el hospital: “familiares de los pacientes y amigos de los pacientes y de los familiares, enfermeras y novios de las enfermeras, la que limpia el piso, la que prepara el café, el que vende pirulíes…” . La enumeración y la hipérbole para destacar la cantidad de personas por paciente: familiares, amigos, novios de las enfermeras… gente que no tiene demasiada función práctica en la sala de emergencias del hospital, parece más la descripción de un ambiente de feria que de un lugar de reposo, como hace notar la narradora al final del párrafo, cuando utiliza una paradoja para contraponer la estampa y el hecho de que la televisión estuviera a todo volumen, con la recomendación del médico de “reposo absoluto” que recuerda la narradora como pregunta irónica “Conque reposo absoluto, ¿eh?”.

Tanto la paradoja entre la necesidad de reposo con el caos y el ruido imperantes, como la hipérbole que exagera la cantidad de gente que hay en el lugar, como el símil en el que culmina la enumeración comparando la sala del hospital con una famosa escena de la película cómica Una noche en la ópera de los hermanos Marx con las palabras “aquello parecía el camarote de los hermanos Marx”, un ejemplo de intertextualidad con la cultura popular *p10  como las que según Mateo Palmer caracterizan a la generación de los novísimos (2002, 54), contribuyen al efecto humorístico del pasaje, que a su vez contrasta con el dramatismo del deseo de suicidio. Precisamente Solem Minjares (2014) y Nara Araújo (2001) destacan el humor como uno de los rasgos fundamentales de la narrativa de Ena Lucía Portela, quien lo utiliza como estrategia de resistencia ante la problemática política y social en Cuba, y como anestésico de denuncia (Minjares 2014, 34-36). En este contexto, precisamente, los recursos humorísticos ponen de relieve las faltas de un gobierno paternalista que no permite la individualidad de los sujetos ni su voz. De hecho, el humor también es un rasgo común a la generación de los novísimos que distingue su narrativa, más ligera, de la de la generación anterior, en la cual el objetivo de compromiso social no permitía el humor (Mijnares 2014).

Finalmente, cabe destacar que entre los personajes enumerados se encuentra una clara división del trabajo por sexo: las enfermeras son mujeres, las personas que limpian también son mujeres, pero los comerciantes que venden pirulíes, por otra parte, son hombres. Asimismo, antes la enfermera era una mujer y el médico un hombre. La división estereotipada del trabajo por sexo desafía la supuesta igualdad imperante en la Cuba socialista. Como explica Anamary Maqueira Linares, en el marxismo posterior a la Revolución Industrial, el plan de Lenin para que las mujeres accedieran a la emancipación salarial consistía en colectivizar las tareas del hogar de las que solían encargarse realizando comedores colectivos, lavanderías colectivas, enfermerías y guarderías entre otros servicios dedicados a los cuidados (2020, 36). Esto, que fue revolucionario a principios del siglo XX para sacar a la mujer del ámbito doméstico, continúa relegándola al sector de los cuidados y jerárquicamente las sigue posicionando en un nivel inferior al hombre. Así lo entiende María Paula Infante, de la universidad colombiana Sergio Arboleda, en el caso de Cuba: *p11

al entender el concepto de revolución como un cambio de formas de producción podemos visibilizar que el nuevo orden social no pretendió desligarse de estructuras sexistas, y, al contrario, permitió su profundización y su dinamización. Esto, puesto que en el pasado y en la actualidad el modelo económico planteado por el gobierno cubano continúa reduciendo el rol de la mujer al ámbito doméstico (2019).*p12

*p13  La mención de los oficios por sexos en el relato de Portela puede suponer, por tanto, otra crítica velada al régimen que dejó a juicio de una parte del feminismo crítica con la evolución de la revolución, la tarea de la emancipación y la igualdad laboral de la mujer inacabada, a pesar de las proclamas que la integran como un compañero más en la lucha contra el capitalismo.

De esta manera, el texto de Ena Lucía Portela logra crear, mediante la narración de una anécdota particular en tono humorístico, un cuadro con críticas al paternalismo del gobierno cubano y a lo fallido de la lucha feminista dentro de esta revolución. *p14

Bibliografía citada

Araújo, Nara (2001). “Erizar y divertir: La poética de Ena Lucía Portela”. Cuban Studies 32, 55-73.

Bello, Mayerín (2019). “‘Huracán’ de Ena Lucía Portela: Un letrero de neón rojo que dice exit”. En Lecturas atentas. Una visita desde la ficción y la crítica a las narradoras cubanas contemporáneas, Mabel Cuesta y Elzbieta Sklodowska (eds.), 231-242. Leiden: Almenara.

Campuzano, Luisa (1996). “Ser cubanas y no morir en el intento. Estrategias culturales para sortear la crisis”. Temas 5, 4-10.

Infante, María Paula (2019). “División sexual del trabajo y ética del cuidado en Cuba”. Programa Cuba. Perspectivas democráticas sobre la actualidad cubana, abril. Disponible en línea: https://www.programacuba.com/division-sexual-del-trabajo [12/11/2024].

López, Iraida H. (2009) “Prólogo”. En El viejo, el asesino, yo y otros cuentos, Ena Lucía Portela, i-xxv. Doral: Stockcero.

Maqueira Linares, Anamary (2020). “Feminismo y economía política marxista en la Revolución Cubana: ¿Debate ausente?”. Cuban Studies 49, 32-51.

Mateo Palmer, Margarita (2002). “La narrativa cubana contempóranea: Las puertas del siglo XXI”. Anales de Literatura Hispanoamericana 31, 51-64.

Minjárez, Solem (2014). “Humor y autodestrucción: La construcción de la indefinición identitaria en la narrativa breve de de Ena Lucía Portela”. Mitologías hoy 10, 33-48. Disponible e línea: https://doi.org/10.5565/rev/mitologias.208 [12/11/2024].

Portela, Ena Lucía (2009). El viejo, el asesino, yo y otros cuentos, Iraida H. López (ed.). Doral: Stockcero

Sánchez Becerril, Ivonne (2012). “Consideraciones teórico-críticas para el estudio de la narrativa cubana del periodo especial”. Literatura: Teoría, Historia, Crítica 14.2, 83-112. Disponible en línea: https://repositorio.unal.edu.co/handle/unal/71951 [12/11/2024].

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